sábado, 1 de marzo de 2014

Criar hijos e hijas magníficos

Criar hijos e hijas magníficos


Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el  mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Filipenses 2:2 _____________________________________________
 La mayoría de los padres cristianos harían lo correcto si estuvieran seguros de qué es lo correcto pero,
¿qué hace a los buenos padres? ¿Debe uno tratar de controlar a sus hijos e hijas? ¿Amarlos es lo mismo que controlarlos? ¿Controlarlos es lo mismo que disciplinarlos? ¿Qué clase de padres son los que producen hijos e hijas,
1.       Que tengan buena imagen de sí mismos y sean felices de ser quienes son.
2.       Que se sujeten a la autoridad de terceros y sean capaces de llevarse bien con sus profesores y otras figuras de autoridad.
3.       Que sigan la fe cristiana de sus padres, que asistan a la iglesia donde participan sus padres.
El control y el apoyo son las dos influencias más poderosas en materia de ser padres. El control ejercido por los padres se define como la habilidad de manejar la conducta de un niño. Usted podrá coercionar a sus hijos por medio de la intimidación, doblegarlos verbalmente a que se sometan, hacerlos sentirse culpables o
estableciendo firmemente límites y entregando opciones para que elijan.
El apoyo de los padres se define como la habilidad de hacer que un niño se sienta amado. Usted tiene que hacer mucho más que decir al niño que lo ama para que éste se sienta amado. Usted debe estar, física y emocionalmente, a disposición de su hijo en forma tal que el niño sepa que usted lo ama. Su amor se palpa en la forma que usted se comunica con su hijo y lo toca durante el día.
Los mejores niños vienen de padres que pueden manejar sus conductas y comunicarles su amor incondicional. Los peores niños vienen de hogares donde son controlados pero no amados. Puede que usted no sea capaz de manejar la conducta de sus hijos pero puede amarlos por gracia de Dios.

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Amado Señor, hoy necesito tu sabiduría para que me ayude a amar sin condiciones a mis hijos y a manejar sus conductas.

Sacado del libro Diariamente en Cristo de Neil Anderson y Joanne Anderson

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